Lo llamaban “el Tacho”. Era soltero, vivía en el barrio Ñuñoa; había hecho sus estudios secundarios en el Liceo Manuel de Salas. Al momento de su detención estudiaba Biología en la U. De Chile. Pertenecía al MIR.

La DINA llevaba meses detrás de él por su participación en el Grupo Político Militar Nª 3. El 20 de septiembre de 1974 lo detienen en la esquina de las calles Bilbao con Amapolas donde debía encontrarse con otro compañero mirista que lo esperaba en la esquina opuesta. Repentinamente fue envestido por un automóvil cayendo al suelo. El tacho se incorporó e intentó una escapada, pero en esos momentos sus captores le dispararon impactándolo. Al día siguiente, su madre Fresia Riquelme recibió una llamada de una mujer que la informó que su hijo había sido llevado herido al hospital militar.

El Tacho fue visto por muchos testigos en José Domingo Cañas y en la Venda Sexy. Su nombre fue incluido en la lista de los 119.

Luis Fernando Fuentes era amigo y compañero de militancia de Agustín Reyes “El Gato” y de Ramón Martínez Gónzalez “El Tano”. El primero se encuentra desaparecido. Con respecto al Tano su cadáver apareció en el Servicio Médico Legal después de haber sido asesinado en torturas terribles en Villa Grimaldi, donde fue atropellado repetidamente de manera intencional por las camionetas de los agentes. Los tres amigos y compañeros de militancia habían tenido, previo al golpe, amistad con Osvaldo Romo quien entonces era dirigente en la Población Lo Herminda.

La sobreviviente Lucrecia Brito, nos cuenta: “Un día en Villa Grimaldi nos sacaron porque querían mostrar una cara humanitaria a la Cruz Roja, tras varios días de agua con cebolla y de sesiones reforzadas de torturas con gritos a raíz de los golpes y blasfemias; estábamos atestados de chinches, sucios y miserables. En el pasillo se moría un compañero baleado que habían atropellado varias veces junto a Thauby, de la sección cordillera del PS. Esa mañana pude divisar bajo las vendas sus rostros. Parecían los mismos muchachos locuaces que conocí y a otros que no conocí personalmente. Si alguien nos hubiera visto habría pensado que era un juego. Los recuerdo hasta sin vendas. Me marcaron sus sonrisas; ellas repelían las huellas del horror que vivíamos. Nunca más los vi, debo buscar sus verdaderos nombres, no debo olvidarlos. En mi mente y en mis acciones siempre están presentes”.

El 28 de julio de 2005, en el marco del aniversario de la operación Colombo salió con nosotros desde Domingo Cañas en la marcha hacia la Plaza de la Constitución. Integrantes de nuestro colectivo se encargaron de portar su figura.