In memoriam de LauritaLaura siempre se me ha hecho como una hormiga. Pequeña, delgada, rápida, trabajadora, silenciosa. Durante el año 2009 tuve la fortuna de ayudarla a escribir parte de sus memorias, que nunca pasamos al papel, como parte de un ejercicio de rescate de esas cosas que ella nunca nos dijo, de sus maravillosos logros de los que nunca nos habló. tuve la fortuna de saber su primer recuerdo, mirando un cuadro en la casa de Valparaíso donde se crió, de saber cómo se iba a perder por los cerros del puerto antes de que estuvieran llenos de casas y pavimento, de la figura admirable que era su padre. Por sobre todo rescato sus ojos, pequeños, brillantes, expectantes ante las preguntas que mi yo de 14 años podía hacerle.

Me habló de sus tiempos de universidad, me contó de la fundación del pabellón psiquiátrico del hospital Barros Luco, de la fundación del sector de «agudos» del sanatorio El Peral. Me contó sobre el alcoholismo, la droga que carcomía a las clases populares y de lo importante que era para ella que la sociedad fuese más fraterna y solidaria, que se ayudara, la importancia de la psiquiatría social y la importancia de la construcción colectiva de un mundo mejor, con personas más felices.

Finalmente la hormiga Laura trabajó siempre en silencio por la felicidad, por la justicia, por un mundo mejor. Trabajó por todos nosotros y por ello tuvo que vivir el horror, como tantos otros podrán contar con mucho más detalle y propiedad que yo. De sus logros sabíamos poco, porque no los contaba, no eran importantes para ella.

Tuve que escarbar en su pasado para saber las cosas maravillosas que se planteó e hizo como doctora, y con mucho pesar digo que no alcancé a escuchar todo lo que hubiera querido, porque no tuvimos tiempo, porque no sólo en el pasado Laura luchó.

Esta casa es resultado del trabajo de ella, de su presente, de la pelea que dio y que estamos dando muchos acá por más justicia, para Lumi, sobrina-hija de Laura; para los compañeros que pasaron por esta casa, para todas las otras hormigas luchadoras a las que el hoy les fue negado, para que nunca más se viva el horror.

Me niego a pensar que la Laurita haya muerto hoy, porque como dice el cliché, su legado se queda con nosotros, la memoria que hemos construido tiene innegablemente a Laura en ella, y es imposible pensar Casa Memoria sin Laura Moya. Me es imposible pensar en un mundo más justo sin gente tan esforzada, inteligente, humilde, admirable, tan grande como la pequeña Laura Moya.

 

Camilo A. García, 18, estudiante
Con motivo del fallecimiento de nuestra fundadora, Laura Moya